Este es el descubrimiento del que se arrepintió Einstein toda su vida
Una de las leyendas urbanas de ciencia que a veces escuchamos por ahí dice que Albert Einstein es uno de los padres de la bomba atómica. EEEHH *sonido de error*, eso es falso. Aunque la famosísima fórmula de Einstein de la equivalencia entre masa y energía (E = mc2) es una de las bases de la tecnología nuclear, Einstein jamás trabajó para la guerra.
De hecho, Einstein era todo un pacifista. Fue un activista destacado en la lucha de los derechos de las personas afroamericanas y también apoyaba a su comunidad judía, sobre todo durante el holocausto durante de Segunda Guerra Mundial.
La relación real entre Albert Einstein y el Proyecto Manhattan es bastante trágica. Cuando él y su compañero físico Leo Szilard cayeron en cuenta del terrible potencial destructivo del uranio con el cual estaban experimentando los alemanes, los científicos decidieron tomar cartas en el asunto.
Einstein y Szilard le mandaron una carta a Franklin Delano Roosevelt, el Presidente de los Estados Unidos en aquel entonces, advirtiéndole del inminente peligro que podría acarrear esta iniciativa alemana. Le recomendaron meterle prisa a la carrera nuclear estadounidense, para hacerle frente a la amenaza nazi.
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El problema fue que Alemania no logró ningún avance sustancial en materia nuclear y Estados Unidos sí. El resultado: la bomba que arrasó con Hiroshima y Nagasaki.
Imagina estar en el lugar de Einstein. Nació en Alemania en 1879 y, siendo judío, huyó del régimen nazi de Adolfo Hitler en 1933. Llegó a los Estados Unidos como refugiado y se convirtió en ciudadano oficial en 1940. Entre su dedicación a la ciencia y su preocupación hacia lo que pasaba en Europa, él intentó con sus medios tratar de contrarrestar lo que el sabía que Hitler sería capaz de hacer para alcanzar sus objetivos.
Este se convirtió en el mayor arrepentimiento de Albert Einstein, quien tiempo después declaró: "Si hubiera sabido que los alemanes no tendrían éxito en producir una bomba atómica, nunca hubiera levantado un dedo". Ese es un peso enorme para cargar sobre los hombros.
Este es un ejemplo real de la sabiduría que tuvo el tío Ben al decir que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Lo malo es que no siempre la responsabilidad es nuestra.
Ahí también aplica lo que dicen en todas las películas de espías de: "Es un arma que no debe caer en las manos equivocadas". Es escalofriante, pero cierto.
Pero que quede claro, Albert. Sabemos que no fue tu culpa.